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La reclusa rota y la reina de los pingüinos


Cristina Kirchner, si gana la Rosada y fracasa, los argentinos la van a llamar por el otro apellido, Fernández, como ya pasó con María Estela Martínez Cartas de Perón, o la Isabelita de la Triple A y del brujo Rega.



Boletín del portal, segunda fase, Cono Sur – en este boletín, énfasis en la Argentina

Gran Porto Alegre, 8 de outubro de 2007, número 02

Si acercan las elecciones generales en Argentina y todo apunta que la reina Cristina debe salir con victoria en las urnas. Antes que hacer evaluaciones anticipadas mil veces repetidas por docenas de analistas, creo que sirve más un debate de otro tipo. Aunque corto, demanda un cierto esfuerzo de recambio en la mirada.

Uno si acuerda de los primeros años de la década del noventa, antes mismo del Cutralcazo y la formación del entretejido social generado por los ayuntamientos del sujeto social conocido por “trabajador desocupado”. Eran los estallidos sociales los hechos políticos que concretaron la capacidad de contestación de los poderes en democracia. En algunas provincias, la eternamente llena de líos, Tucumán, una entre varias. La mafia del menemismo ha subido en conjunto con la desagregación social de Argentina. La idea de movilidad camina codo a codo con las patotas de mobilizadores.

La trampa es sutil. Hay masas en disponibilidad, huérfanas del peronismo, o de los peronismos. Una alternativa económica ha surgido de las entrañas de las bandas en segundo plano. La banda menemista ha robado todo lo posible, ganó la Alianza y reconvocó el infalible Cavallo. Más bien que el gobierno ese iba a caer. No solamente el gobierno como buena parte del sistema político.

Diciembre 2001 apuntaló la oportunidad de otra forma de hacer política. Como no hay espacio vacío, los gobernadores fueron los convocados, los mismos de casi siempre entre aquellos que se rindieron al puerto y a las bandas de Autopista y Puerto Madero. Cambiando de mandatarios encerrados en un palacio de vidrio, con la barriada afuera y con rabia, cayó el mundo sobre el jefe de otra banda no tan victoriosa. Fue ese el rol de Duhalde, comandante en jefe de la Bonaerense del gatillo fácil y las manzaneras amansadoras de las amarguras de la gente. Listo, Duhalde mató a Darío y a Maxi, Duhalde ejecutó el plan de emergencia del verano de 2002, Eduardo se tuvo que ir, con los guantes bajos, entre las cuerdas, escuchando el rezongo de los pingüinos.

El Néstor, abogado de Santa Cruz y antes muy amigo de Repsol, hizo un gobierno con marca en términos generales. Los rasgos fundamentales de usufructo de las masas en disponibilidad, si mantuvo. Caen manzanares, entran en escena jóvenes ambiciosos, diciendo “gracias Néstor, vamos todos con tu reina!” Interesante recambio que estructuralmente cambia poco o nada. Recuperar la capacidad económica es una cosa; cambiar el modelo de movilización es otra. La energía y la capacidad militante desliza entre la fragmentación de la política oficial y otra vez más, la recomposición del sistema político. O sea, aunque la intermediación de partido esté mucho más floja, la de los políticos profesionales, no.

No hay que confundir la combatividad con la desagregación de los aparatos movilizadores. Armar lío en marchas es tan argentino cuanto locro, vino y cancha. Mantener el padrón de desaparecidos en democracia también. Julio López pesa, y mucho. Tanto pesa por los que están bajo juicio genocida, como por la amansadora proclamada desde la Casa Rosada, con ecos de corderos orwellianos de la Dueña Hebe, las abuelas y la barra de piqueteros oficialistas, proclamando que esto es cosa de la derecha. No es tan sencillo. Con López, no hacer es hacer. Monumentalizar el ayer y dejar las cosas como están es una segunda parte de churros frito con mucha grasa y con relleno pasado. Carrito ese con un olor re feo.

Como una tragedia que si repite, es casi seguro que el Néstor va a aprobar su reina, Cristina Kirchner. Y esta, luego después de quemar su capital político, seguro también que la van a llamar la Fernández. Es la parte movilizada socialmente y por afuera de las elecciones que va a arriesgar el pellejo y prender la mecha de la posible y futura oposición. Los proyectos de poder son tan maleables como el agua. Para agarrarlos, hay que contener el flujo y apuntalar su rumbo, como una reclusa.

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