El llamado movimiento por la democratización de la comunicación ha ganado cuerpo propio a partir de la década de los ochenta. Durante el proceso constituyente, 1987-1988, se creó un Frente Nacional por la Democracia en la Comunicación. Años después, este frente si tornó un Foro, con personería jurídica y status de ONG participativa (www.fndc.org.br), y termina por representar un sector de esta lucha. Esto sumado a la semilla de las llamadas radios libres, generó el caldo de cultura crítica dentro de una izquierda que hasta los días de hoy confunde comunicación popular con asesoría de prensa.
El intento entonces, era aprobar el dispositivo constitucional que apunta a la instalación de tres sistemas de comunicación el país. Uno es el sistema privado, marcado por el oligopolio de 11 familias, que de hecho son 6 las que controlan más del 80% del flujo de información e significados en todo Brasil. Otro sería el sistema estatal, que todavía no tiene alcance de todo territorio nacional y en términos de televisión, no llega al 10% de la población como audiencia. Y otro, el sistema público no-estatal. Está previsto en el derecho constitucional pero que en la práctica va siendo implementado por las asociaciones de comunicación comunitaria, que con todos sus problemas y desvíos, son los que van construyendo las redes populares. No por acaso es donde atinge la mano dura de la represión.
Este proyecto constitucional, como es la costumbre en el país, empieza por la ley para después llegar a las costumbres y prácticas cotidianas. Lo mismo pasa con la reforma agraria. La medida está prevista en normas legales desde el año de 1965, firmado por el mariscal Humberto Castello Branco, primer presidente de la dictadura militar. En la realidad de las formaciones sociales concretas, una vez que no hay ni política agraria ni tampoco política agrícola, la ocupación productiva del territorio va siendo implementada por la lucha del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Lo mismo pasa con la lucha por la democracia en la comunicación, pero con la descomunal diferencia que en el último caso, las iniciativas son fragmentadas y la estructura no llega a tener la organicidad necesaria.
Volviendo a las orígenes de este movimiento, la etapa formadora es justo la de inicio del quiebre ideológico en los conceptos más básicos de la lucha popular. O sea, de la llegada del neoliberalismo a la América Latina. Los primeros diez años de lucha, fueron más que nada para conformar el sector en sí. Esto porque la prensa comercial, salía de un estado de combatir la censura o colaborar con el régimen de excepción, para producir la autocensura y propagar los manuales de redacción. Junto con los nuevos agrupamientos sociales del tema, en el área académica de la comunicación, la economía política pierde su lugar a los estudios culturales. Estos, al menos en Brasil, imitan a las distintas elites del país, estando de espaldas al continente, mirando hacia los EEUU o Europa. En la búsqueda de referentes distintos, la idea de diversidad vino junto con el postmodernismo y la idea equivocada de sociedad civil (la que incluye al “mercado”).
Mayoritariamente, el movimiento por la democracia en la comunicación ha ganado la carga conceptual típica de este momento. La formación del FNDC, así como todas sus fracturas e instituciones derivados es formado por gente con formación universitaria justo en el momento que las ideas de combate y cambio social empiezan a caer en el descrédito. No solamente es un tiempo cronológico afín como de convergencia de mentalidades. Podría narrar aquí una serie de acontecimientos o medidas políticas que marcan ese período. Seguramente sería cansativo e inapropiado. Seguimos con el debate conceptual.
En el final de los ‘80 pero especialmente durante la primera parte de la década de ’90 en Brasil, surgen entidades representativas del tema. Una de ellas, la Ejecutiva Nacional de Estudiante de Comunicación (Enecos, www.enecos.org.br) ha nacido superando una crisis de ausencia y representatividad. Pero que, a partir de los años 1990 y 1991, gana identidad y estructura. Como para el ejercicio de la profesión de periodista así como publicitario es exigido el grado superior, la Enecos es canal de pasaje y formación política de buena parte de la militancia más técnica del área.
Otra institución fundamental es la Federación Nacional de Jornalistas (Fenaj – sindicato nacional de periodistas, www.fenaj.org.br), donde el grupo que funda el FNDC, inaugura el discurso contra el oligopolio en Brasil también si encuentra en la directiva nacional de este gremio. Es notable como la defensa de la apertura de más puestos de trabajo ha atrapado la idea de control de los medios de comunicación por parte de las mayorías. En estos más de quince años, los cambios impuestos por la adopción de nuevas tecnologías, el surgimiento de otros medios se sumaron con el encogimiento del gremio en local del trabajo.
Año tras año las facultades brasileñas despejan miles de trabajadores en comunicación en un mercado restrictivo. Son cada vez más nuevos, con menos experiencia política y traen con ellos una mentalidad de media que se vuelve hacia el mercado. La Fenaj si torna un gremio afuera de las redacciones, con mayoría de asesores de prensa y una amenaza de desempleo permanente.
Es casi “natural” que el grupo directivo si ponga en la defensiva. Sólo no es más natural, porque nada es “natural” en la política. Así, la presencia de ONGs e instituciones del tercero sector casi terminan por sustituir la idea de movimiento popular. Por lo tanto, la delantera en esta lucha es llevada a cabo por profesionales y académicos, que en su mayoría no están condicionados por una base organizada. El hecho de tener formación académica elevada no tiene que ver con la postura defensiva e institucionalizada. Un ejemplo sencillo es lo de João Pedro Stédile, de la dirección nacional del MST, economista recibido en la PUC (Católica) de Porto Alegre y con maestría en Economía Agraria por la UNAM. O sea, más que determinismos de origen de clase, tenemos que observar el problema de las posiciones, mentalidades políticas y una forma de movilización que pasa lejos de las calles y mira a la acción de masas como algo lejano o raro.
Nuestro corte temporal está en la década pasada, justo en el primer año del gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC). Junto con la estabilidad monetaria, tenemos un recule de los sectores populares más tradicionales. La institucionalización de unos camina lado a lado con el aislamiento de nuevos sectores, gremios informales u sujetos sociales desorganizados. En este plan entra en escena, casi diez años después del surgimiento de los grupos de presión y lobbies en la Asamblea Constituyente, el elemento militante y popular.
Como ya dijimos, las primeras radios tienen perfil de libres, con carácter más experimental. En la segunda mitad de los ’90, un caldo de cultura crítico mira a la comunicación como una necesidad y un derecho (previsto en la Constitución). Hay una confusión de conceptos y prioridades, al nuestro ver algo que hoy si torna un laberinto y va a ser tema de los próximos dos artículos. Paro, aún así, el grado inicial de organicidad es atingido. En el año de 1996 nace una institución social con la idea de representación y organicidad de las emisoras comunitarias de radio. Tiene el nombre de Asociación Brasileña de Radiodifusión Comunitaria (Abraço) e intenta forzar al gobierno de Cardoso a firmar una ley que respalde a esta forma de comunicación social.
Una década ha pasado desde cuando si forma la base constitucional por el Sistema Público No-Estatal de comunicación social. En la punta de esta demanda, con perfil muy distinto del sindicato de periodistas y del gremio de estudiantes, surgen iniciativas populares casi incontrolables en el entonces. Un ex-exiliado político de los ’60, ocupando el cargo de Ministro de las Comunicaciones, Sérgio Motta, del grupo de confianza de Cardoso y de los capitales de São Paulo, firma en el año de 1998 la Ley 9612/98. Esta, en tesis, regula un modelo de radios comunitarias de baja potencia. Los problemas de esta ley y sus consecuencias vamos a observar en próximas contribuciones.
El hecho es que a partir de esta base legal, poco regulada, lo que era casi si torna totalmente fuera de control, tanto del Estado como de las fuerzas sociales organizadas. La respuesta del gobierno de turno es cerrar por lo mínimo una radio por día. De parte de la lucha popular, problemas de fondo como la formación observada en las primeras páginas del artículo nos remiten a un vacío de masa crítica con perfil militante.
Posibles desarrollos de esta lucha, así como un análisis del impacto de la ley veremos luego. Lo urgente pasa por la comprensión de este esfuerzo popular en Brasil, la permanencia de la represión y la constancia de la desobediencia civil. El Sistema Público No-Estatal está naciendo a fórceps, de las entrañas del pueblo mismo.