07 de abril de 2010, desde la Vila Setembrina, Bruno Lima Rocha
La Organización Mundial del Comercio autorizó el Brasil a aplicar sanciones en productos de los EUA como respuesta a una política imperial que no respeta los acuerdos internacionales.
Aquellos que acompañan mis artículos saben cuan crítico soy del gobierno de Luiz Ignácio Lula da Silva. El presidente y ex-sindicalista que afirmó nunca haber sido de izquierda. A la vez entiendo que cabe a un analista reconocer los hechos contundentes y al menos debe apuntar aquello que considera correcto. Así lo hice cuando el Brasil recibió al presidente hondureño depuesto en la embajada en Tegucigalpa y repito el gesto en ese momento, cuando el Estado brasileño trilla el multilateralismo tan pregonado por los EEUU y consigue aprobar una represalia contra la potencia bélica del planeta. Hagamos el reconocimiento puntual sin abrirnos de las críticas por la asimetría.
Infelizmente, para mantener la coherencia del actual gobierno central, aquello que en la arena internacional es criticado se repite en suelo patrio. Pues esta misma acción se da en el Brasil y no sólo en el sector primario de ancha escala, donde el Estado financia el llamado agro negocio. En los distinguidos ramos de la industria y de las grandes obras, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES, banco de fomento del Estado brasileño) favorece las condiciones para la financiación pública de emprendimientos corporativos, incentivando en la práctica las fusiones. Aquí, como en los EUA y su gobierno de corporaciones y partido “casi único”, el Ejecutivo también es cómplice –tal vez el mayor de los cómplices- de la concentración de capital que genera desempleo y refuerza los oligopolios.
Cuando el tema ocurre en el sector primario, vemos cuánto está basado en hipocresía el tema del subsidio agrícola. Si la agricultura en el mundo entero es subsidiada, entonces es de la lógica de esta actividad económica, dentro de los marcos del capitalismo, que la agricultura campesina y familiar dispute directamente con el proyecto de latifundio para la exportación los mismos presupuestos estatales, que son reprimidos al ciudadano común mediante un impuesto embutido, sobre-tributado y que jamás retorna en servicios públicos que están garantizados –supuestamente- en la letra constitucional.
He ahí que el mismo tema genera una disputa en el ámbito de la poca juridicidad que rige en la relación entre Estados soberanos (o casi, tratándose de Brasil), justo cuando el gobierno brasileño protesta en la Organización Mundial del Comercio (OMC) levantando la bandera de un sistema de cambios justo y con igualdad de condiciones para competir. Parece una broma que alguien en sana conciencia vuelva a repetir el cántico nada benéfico de las recetas neoliberales, pero fue exactamente eso lo que desató el contencioso, y allí la 11ª economía del mundo venció puntualmente al Imperio.
Retaliaciones al Imperio a través de la OMC
La Organización Mundial del Comercio autorizó el Brasil a aplicar sanciones en productos de los EUA como respuesta a una política imperial que no respeta los acuerdos internacionales. Entiendo que eso es motivo para conmemoración. No es de hoy que el país pelea en la OMC y en otros foros globales contra los subsidios al sector primario de los Estados Unidos y de otros centros del capitalismo. Esto se da porque, al contrario del que predican en sus recetas, los países de economía desarrollada admiten en los hechos que es imposible sostener la agricultura sin subsidios y también destinan billones en presupuestos estatales para financiar actividades económicas, productivas o no. Infelizmente, en estas situaciones, sobran críticos brasileños cuando tenemos la rara ocasión de ver el gobierno portándose de forma correcta. Es decir, con postura de autodeterminación y no insertándose en el mundo de forma subordinada y subalterna. Si debe haber crítica, debe ser por el hecho de que este tipo de medida ser rara y no recurrente.
Leí con atención la larga lista divulgada por la Cámara de Comercio Exterior (Camex) conteniendo los productos importados de los EUA a ser sobre-tributados. Como se sabe, el valor de estos productos totaliza US$ 591 millones y el restante del valor para alcanzar a los US$ 829 millones autorizados por la OMC será aplicado en el sector de servicios o propiedad intelectual. Si no hubiera una renegociación con Washington, a partir del día 7 de abril los nuevos precios comienzan a valer. De todo lo que allí consta como importado, hoy no debe haber casi ningún producto que no podamos producir en escala considerable. Para aquello que consumimos en Brasil y no alcanza con nuestra producción, como el trigo, tendríamos otras fuentes de abastecimiento. A la vez, es en estas horas que percibimos nuestra vulnerabilidad delante de un espejo torcido. Ya tiene “especialistas” alertando sobre una posible presión inflacionaria venida de la sobretasa de productos que podemos o hacer aquí, o comprar a países vecinos (como el trigo argentino y uruguayo). La represalia en términos de balanza comercial tampoco implica un riesgo. El Brasil importa sólo 13% de su PIB y exporta en un volumen proporcional, del orden del 14%. Ya el volumen de exportaciones de los EUA para el mercado brasileño representa sólo el 2,5% del que la potencia imperial vende.
Apuntando conclusiones
Un Estado con la pretensión mundial del Brasil debe comportarse como tal. Era de esperarse una reacción inmediata de los EUA, pero la misma fue declaratoria, y de momento no belicista. Si llega a darse una solución negociada, esta será fruto de la postura firme de nuestro país en cumplir la resolución de la OMC y no en continuar cediendo en una relación de intercambios injustos. O sea, este no es un problema comercial, pero sí de política internacional. Pero, llamo para a una reflexión a los que cómo yo, están conmemorando la pequeña derrota transitoria que Washington sufrió. No confundan los argumentos y no pasen a defender el libre comercio pregonado como forma naturalizada de inserción cada vez mayor del país Brasil, en la reconstitución de un sistema-mundo sacudido de todas las maneras por su artífice principal, los EE.UU.
Está abierto el precedente para otras batallas brasileñas o del bloque latino-americano, en el escenario mundial. Por lo tanto, la simple decisión de ejecutar la acción de tomar represalias en torno al precio del algodón, como parte de la política externa brasileña contra los precios practicados y las condiciones de producción de géneros agrícolas estadounidenses, es una victoria histórica.
Atención, la victoria es sobre nosotros mismos, como pueblo y nación que a veces se reconoce como tal. Y, como toda posible victoria política, la misma cobra su precio.
Este artículo fue publicado originalmente en el portal Alterinfos.