24 de mayo de 2010, de la Vila Setembrina de los Lanceros Negros traídos en Potongos, Bruno Lima Rocha y Rafael Cavalcanti
Reconocemos que no somos novedosos cuando hacemos la crítica de la cobertura mediática (supuestamente especializada) de la economía.
Reconocemos que el tema es algo redundante y justo por eso vemos su importancia. Tampoco se trata de una novedad mostrar el uso de eufemismos y del empleo del argot “técnico” como forma de enmascaramiento de situaciones de hecho, por cuenta de los agentes económicos. Tratándose de grandes inversores de base especulativa, comprando, vendiendo y repasando productos financieros, muchas de las veces aquello que es mediatizado encubre actos criminales. En este texto, abordamos ese entrecruzamiento, cuando la producción de sentido generada a través de los informativos de la economía, naturaliza, enmascara o alivia la letalidad de los actos premeditados de los especuladores considerados como grandes e importantes y los efectos que causan en la vida cotidiana de poblaciones enteras. Tal es el caso hoy de los más de 10 millones de ciudadanos griegos. En la actualidad, la lucha entre los efectos de ese enmascaramiento, con la complicidad de la industria de los medios de comunicaciones y la perspectiva del pueblo en movimiento, tiene su campo de batalla en las calles y plazas de Grecia.
La hipótesis que establecemos es simple. Afirmamos que la mayor parte de la cobertura periodística en economía, oficia más como portavoz del capital financiero que como intérprete de sus acciones. Y, por elegir los puntos de vista de la complicidad, los especialistas, columnistas y fuentes de la industria de la comunicación casi nunca narran el “juego” como un casino de ruleta viciada. La contrapartida es desigual. A veces, la teoría de la brecha periodística se evidencia en las excepciones. Es cuando especialistas que trabajan con una postura crítica exponen sus puntos de vista, denunciando a través de una base factual irrefutable, el salvajismo criminal de los agentes económico-financieros.
En teoría, el acto de especular deriva de las informaciones fragmentadas y del riesgo. De ese modo, un gerente de operaciones de un Fondo de Inversión (hedge fund) tendría la capacidad de anticipación, vendiendo títulos y acciones en alza y comprándolos en baja. En este juego, la aleatoriedad es la regla para evitar los fraudes. Luego, el accionar fraudulento es la combinación de ventas y compras en conjunto, manipulando el llamado comportamiento de manada, cuando en teoría todos los inversores se moverían en la misma dirección.
Además de la conspiración, son formas típicas de burlar las reglas: obtener información privilegiada (inside information), anticipándose a los demás especuladores; “maquillar” balances para elevar la apreciación de los papeles; rebajar a de forma intencional los títulos de un país para que le cueste más caro al Estado financiar su deuda a corto plazo; negociar de forma “expuesta”, cuando la capacidad de pagos está comprometida al punto de no realizarse. Todas estas “técnicas” de enriquecimiento ilícito son ampliamente practicadas y por su parte, aunque usuales, casi nada mediatizadas.
Para quien no recuerda, la primera crisis del Euro tiene su origen en el accionar fraudulento de las ventas y reventas, en la escala mundial, de los activos tóxicos o sub-primes. Estos “productos” financieros son nada menos que hipotecas cuyos titulares no pagarán, porque no podrían pagar. Los duplicados de estas bolsas sin apoyo, clasificados como “productos de riesgo”, fueron (y son) comercializados mundialmente, y casi sin ningún control. Ahora, si en la base no hay apoyo, luego no hay dinero para remunerar. Eso es clásicamente conocido como Esquema Ponzi, y también llamado en términos contemporáneos, como el juego de la pirámide. La hipótesis de acto criminal generado por la burbuja inmobiliaria, que llevó a la crisis del capitalismo, primero en la economía estadounidense y hoy en la Zona del Euro, no es sólo nuestra. Decenas de especialistas difundieron esta visión, lo que podría haber provocado centenares de reportajes investigativos. Estos hubieran textos de carácter ejemplar, como las materias clásicas de Bob Woodward y Carl Bernstein en la cobertura del escándalo Watergate. Los dos reporteros, munidos del deber de investigadores públicos y empujados por el coraje de sus autoridades directas, denunciaron un esquema también criminal, lo que llevó a la renuncia de un presidente de los Estados Unidos, el republicano Richard Nixon el 8 de agosto de 1974. Infelizmente, este caso fue una excepción honrosa y heroica, y no la regla de comportamiento de la industria de la comunicación y de sus trabajadores.
En vez de exagerar, también aquí estamos empleando eufemismos para atenuar la contundencia verbal del texto. Cualquier operador o analista sabe que cuando hay información perfecta, no puede haber equívoco en el error y sí premeditación. Esta tesis es corroborada por el francés Jean-François Gayraud, comisario divisional para crímenes financieros (equivale al puesto de coronel) de la Direction de La Surveillance Du Territoire (DST) la agencia de contra-espionaje de Francia. Gayraud sostiene que la “crisis” de la burbuja estadounidense fue un acto criminal de empresas especuladoras. Sus enunciados fueron publicados en la contratapa de la edición de 25 de septiembre de 2008 del periódico La Vanguardia, de Cataluña.
Así la posible fuente para investigar y denunciar mundialmente el crimen de la mayor transferencia de renta colectiva hacia cofres privados fue enunciada en un conglomerado mediático y, luego después de haber quedado expuesta, arrojada al limbo de las pautas inconclusas.
Es la propia industria de los medios la que amortigua la posible ira popular frente a la acción cómplice entre mandatarios de gobiernos en función-llave y criminales de cuello blanco, operando con la especulación fraudulenta.
Este artículo fue publicado originalmente en el site Barómetro Internacional.