Bruno Lima Rocha
Diciembre, 2008
La visita del presidente francés Nicolas Sarcozy – en la semana navideña – a Brasil, ha sacado a la luz un tema clásico en la política. Veamos. El mayor país latinoamericano tiene el objetivo de obtener la presencia fija en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU). Durante su estadía, Sarkozy dijo que Francia apoya el puesto permanente de Brasil en este órgano que sería de reglamentación global. Y, no casualmente, la apertura de la votación francesa al Estado brasileño llegó con el anuncio de un contrato de $ 2.7 mil millones en compras de equipo militar y la transferencia de tecnología de Francia a Brasil. El paquete incluye cinco submarinos, cuatro convencionales y uno de energía nuclear. Los buques serán construidos en Río de Janeiro y la tecnología gala incorporada. El mismo procedimiento se realiza en la compra de 51 helicópteros, de los cuales cincuenta van a ser fabricados en el país comprador. Los contratos prevén veinte años siguientes a la finalización y entrega del total de arsenal. Por lo tanto, podemos concluir que se trata de una aproximación de Brasil a Francia y, en consecuencia a la Unión Europea.
Este acercamiento obedece a la lógica de la política. La riqueza natural y potencial económica de un país exige un grado de disuasión. O sea, el poder de ejecutar la decisión de hacer la guerra, en términos tanto operacionales como tecnológicos. Aquí (en Brasil), la cuestión en juego son las aguas marítimas nacionales, la zona económica exclusiva (de las 200 mil millas oceánicas) y la explotación de petróleo en aguas profundas (el llamado pre-sal). Ya en la temática de la defensa territorial, la inversión en helicópteros se ubica para la protección de la biodiversidad de la Amazonia, el control de fronteras y la restricción de la presencia de "investigadores" extranjeros en suelo nacional.
Como he dicho en artículos anteriores, yo me afilio al modelo de diseño ultra-realista del análisis político, incluyendo en esto las relaciones internacionales. Esta matriz de pensamiento ofrece la oportunidad de analizar situaciones y estructuras, y también la capacidad de comprender que la guerra es el brazo operativo de las articulaciones diplomáticas, la expansión económica y la proyección ideológica. Desde este punto de vista, entiendo que la negociación de Brasil con Francia, y del Estado francés con el G-20, nos habla con claridad del unilateralismo de Brasil con nuestro Continente.
En el mundo real, la compra de armas y la transferencia de tecnología es la materialización de una alianza política. El contrapunto se encuentra dentro de América Latina. Una vez más, el país líder en la región ejerce su liderazgo con distancia de los vecinos. El Estado y el gobierno de Lula recusan fundar un banco de desarrollo del sur, no ponen inversión pesada para cadenas productivas locales y apoyan con descaro a empresas mafiosas de tipo Odebrecht y EBX. Al mismo tiempo, Brasil se acerca a Francia, apunta con la compra de armamentos a acercarse a la UE en detrimento del MERCOSUR. Después, cuando los países hermanos acusan a Brasil de tener postura subimperialista, los analistas-ideólogos del sistema aquí se dicen sorprendidos. Esta es una confusión con propósito de entreverar palabras y conceptos. No sería sorpresa lo que pasa con los operadores de la política externa brasileña pero sí, puro cinismo.
Bruno Lima Rocha es politólogo, docente universitario y periodista; militante libertario, actúa y vive en el sur de Brasil