Puede ser, si hacemos un análisis de tipo académico y lleno de prejuicios. Hay dos procesos simultáneos en lo interno de los movimientos populares, más o menos orgánicos, de Bolivia, Venezuela y Ecuador.  - Foto:google
Puede ser, si hacemos un análisis de tipo académico y lleno de prejuicios. Hay dos procesos simultáneos en lo interno de los movimientos populares, más o menos orgánicos, de Bolivia, Venezuela y Ecuador.
Foto:google

Por Bruno Lima Rocha  

 

Realizar un análisis de la situación latinoamericana con lenguaje más suelto resulta una tarea más dura de lo que aparenta. Más allá de la desinformación típica de los medios y de las universidades del continente, que están mirando de rodillas p’al norte y de espaldas a los suyos-nuestros, Latinoamérica está hoy en un momento interesante y crucial.

 

La encrucijada se da porque hay pueblos que de hecho llegaron a un resultado satisfactorio si comparamos con las dos décadas anteriores. Por otra parte, esta misma solución a la mitad del camino implica que al recorrer el resto que falta puede pasar de todo. Hay peaje todavía, y sale caro.

 

Desde una mirada general, la salida para el subdesarrollo y las privatizaciones neoliberales estaría en la combinación de la lucha popular y los líderes carismáticos.

Puede ser, si hacemos un análisis de tipo académico y lleno de prejuicios. Hay dos procesos simultáneos en lo interno de los movimientos populares, más o menos orgánicos, de Bolivia, Venezuela y Ecuador. Este proceso atiende por un lado a las políticas de Estado, intentando transformar en política pública permanente a las acciones distribución de riqueza. Por otro, a partir de esa misma base movilizada, no por los gobiernos, sino por un proceso anterior a los gobiernos mismos, implica apuntalar esa situación aún más allá de la conformación de Estados defensores de los intereses de las mayorías.
 
La receta implica la movilización social en contra del protagonismo del sistema político –como los partidos bolivianos pos-’52 o el Puntofijismo Acción Democrática-Copei venezolanos. Si no hay disposición para derrumbar el sistema político y rellenar la empanada con nuevas formas de representación, no hay como llegar ni siquiera a un proceso de reformismo intenso. Eso es lo que no se comprende en muchos lados, en Brasil y Chile más que nada.
 
La cosecha va a ser rica si la pala entra hondo, muy hondo. Si no, van a sacar gusanos no más, y no las semillas originales de las papas y los porotos (caraotas, judías, frijoles) pre-Pizarro y compañía. Esta será la cosecha más rica y más cara. Este indicador les duele a los politólogos pero la verdad, la verdad muy verdadera, para ser honestos intelectualmente, tiene que ser dicha.
 
Cuando no se dice, no llega a tener grado de existencia.
 
Hablando de papas y porotos originales, la senda de la cosecha después de los votos –si es que hay votos- viene de la idea de victoria para muchas partes. Es cuando salta la grasa y quema a los que están en la cocina política. Perciban que no hay coincidencias, se derrumbó al sistema político y se abrió otro debate en la múltiple representación de Asambleas Constituyentes en los tres países nombrados. O sea, en Bolivia, Venezuela y Ecuador, la experiencia acumulada en la última década, señala con nitidez que hay agotamiento de la democracia representativa responsablemente contenida por el mercado de capitales y otros buitres del plantón.
 
La victoria política atraviesa por lo tanto los límites de la responsabilidad impuesta por terceros. Perciban que, si fuera por “responsabilidad”, José Gervasio Artigas jamás dejaría de ser solamente un capitán de blandengues. 

Deixe um comentário

O seu endereço de e-mail não será publicado. Campos obrigatórios são marcados com *